viernes, 4 de febrero de 2011

SALAMANQUEANDO… SÍ SEÑOR

Ni la lluvia nos para. Mientras saca el agua de la cancha Oti te canta la posta.
PRIMERA NOCHE. Que nochesita de jueves que pasamos, calor y humedad al por mayor pero música de la buena en un estadio repleto de gente, eso sí.
Escuché por allí una serie de comentarios negativos con respecto al festival, y en algunos puntos coincido, sin embargo antes de realizar una feroz crítica voy a manifestarlos con el único objetivo de que los responsables de cada área puedan ir corrigiendo y de esa manera lograr que La Salamanca no tenga grietas.
1) Ingreso: Mucha gente, con entrada en mano, tuvo que soportar de 1.30 a 2 horas de espera para poder acceder al estadio debido al “novedoso” sistema de seguridad que se implementó. Demás está decir el malestar de las personas que se descargaban insultando a los changos que hacían girar los molinetes. (Qué pasará esta noche).
2) Estacionamiento: A muchos les resultó excesivo el cobro del estacionamiento. El bono costaba diez pesos y muchos lo pagaron porque sino tenían que bajar de sus vehículos y  caminar casi 500 metros hasta el estadio.
3) Caos vehicular: A la hora de salir del estadio era un verdadero caos, remises por la derecha, izquierda, particulares que los retaban, vallas que molestaban y nadie que controlaba… ni una palabra más.
4) Precios: Al igual que el año pasado, el precio de las bebidas resultó un asalto a mano armada para los salamanqueros. Por ejemplo una medida de fernet llegaron a cobrar veinte pesos; una gaseosa grande veinticinco pesos; la cerveza quince pesos; vinos hasta cuarenta pesos y e agua mineral de medio litro seis pesos. CON EL CALOR QUE HACÍA HUBO QUE RESIGNARSE Y PAGAR CALLADOS.
5) Un OTI amigo mío me preguntó, “¿para qué trajeron a esa modelo a conducir La Salamanca? pobrecita no sabe a donde vino ni a qué. …………….
6) ¿Y la transmisión vía web….?
Dejando de lado esos puntos, fue impresionante la actuación de León Gieco; Los Cara que hicieron bailar a la gente con los changos de Kalama homenajeando a Koli Arce; Abel que se ganó los suspiros de las chinitas; Pochi como siempre; y que lindo fue recordar a los Cantores del Alba de la mano de los Nombradores, más de uno sollosó con esos temas; y los Copla y tantos que acapararon aplausos. La verdad, me saco el sombrero ante semejante espectáculo; lo demás se puede mejorar y seguramente lo van a hacer.
Le mando un abrazo grandote a Gustavo Pavón, este año de nuevo me faltó ese grito que tan bien hace: “Se enciende el fuego salamanquero”.
A los que me busquen ya saben, avenida del Libertador y Soler. Dentro de un rato voy a andar con un secador secando un poco de agua y preparando la cancha para la noche; por si acaso vengan con zapatitos cerrados. Un saludo OTI.

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo