lunes, 14 de marzo de 2011

Martineta Copetona (Eudromia elegans) Chaupi Pozo


La Martineta Copetona es uno de los más elegantes representantes de la avifauna de nuestra región. Posee una figura esbelta y muy elegante al caminar (de allí el nombre de su especie: “elegans”).
Como si esto no fuera suficiente, su cabeza moteada de negro y café amarillento está adornada con un largo y fino copete rebatido hacia adelante en las puntas. Luego, para darle un toque sutil final, una banda blanca con centro negro recorre desde el ojo hacia el cuello. (¿Vos podrías haberlo hecho mejor?)
Su cuerpo está cubierto de un plumaje que muestra el fenómeno de adaptación al medio como defensa por mimetización.
Esto quiere decir: sus plumas poseen el color y manchas que forman complejos y estéticos reticulados que se combinan fácilmente con el medio en donde viven, para poder confundirse con el paisaje y evitar ser vistas por sus predadores.
El pico es robusto y algo curvado hacia abajo.
Posee tres dedos en sus patas y su especialidad es caminar. Sólo vuela cuando la situación es extremadamente peligrosa y no le queda otra alternativa que la fuga veloz.
La Martineta Copetona habita en las sabanas, pastizales, estepas arbustivas y patagónicas además de las áreas rurales.
Se ha adaptado a los diferentes ambientes, desde los pastizales artificiales hasta aquellos en donde la vegetación es xerófila y de baja humedad.
En todos los recorridos que hagas por nuestra Patagonia, seguramente vas a tener avistajes de Martinetas Copetonas a la orilla de las rutas observando tu acercamiento; mientras caminan lentamente hacia la protección de la vegetación por cualquier eventualidad.
Las vas a ver en la mayoría de las veces en grupitos de tres a doce individuos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo