viernes, 2 de agosto de 2013

Su perra se zambulló en la pileta del vecino para evitar que se ahogara

"Sasha" no paraba de rasgarle las zapatillas a su dueño. Lloraba y lloraba la perra ovejero alemán, pero el hombre no entendía qué quería decirle. 
Estaba buscando a su nena, Milena, de cuatro años, que seguramente, pensaba, se fue a jugar otra vez a la casa del vecino
La mascota insistía con su llanto, pero nada. Por eso, tras lograr la atención de su amo, corrió hacia el lugar que quería señalar: la pileta de la casa de enfrente, a donde, sin dudarlo, se zambulló.
Hasta allí había llegado sola Milena, sin que sus padres ni los vecinos la advirtieran. Ahora estaba completamente sumergida en el agua del verano pasado. Su padre se tiró a la piscina detrás de la perra y logró rescatarla. Pero la historia hubiera sido otra de no ser por la reacción de "Sasha".
"Milena jugaba en el patio. Por un momento mi esposo la perdió de vista y la fue a buscar a lo de un vecino creyendo que estaba allí. Fue en ese momento cuando se le aparece la perra, llora, y luego se arroja a la pileta. Por suerte mi esposo le hizo una reanimación cardiopulmonar, y así —ambos— le salvaron la vida", relató Valeria Colombo, mamá de la niña, al diario La Capital.
El caso, que tuvo lugar en la localidad de Cañada de Gómez, al sur de la provincia de Santa Fe, sucedió el pasado domingo, pero se conoció recién ahora. 
Es que, por el agua que tragó Milena, debió quedar internada dos días en un hospital de la zona. Ya dada de alta, la nena regresó a su casa sin secuela alguna tras lo sucedido.
Eso sí, la perra no le quita la vista de encima. "Sasha es una perra de raza manto negro, y si algo faltaba para emocionarnos, mientras estuvo internada dos días lloró todo ese lapso. Y además mostró una enorme felicidad cuando la nena regresó a casa", contó la mamá.  

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo