martes, 8 de febrero de 2011

PREPARANDO LA COMPOSTURA

Tratando de recuperarse del desvelo, Oti te canta La Posta.
UNA OBLIGACIÓN. Eso parecía la hora de la selección de la Telesita 2011. No hubo entusiasmo de parte de los conductores a la hora de anunciar la coronación, mucho menos de la persona encargada de la coordinación del certamen que fue quien anunció el nombre de la ganadora y para que hablar de los que subieron a etregarle la distinción a la galardonada que se bajó del escenario “Jacinto Piedra” sin penas ni gloria. Que desilusión para la jovencita.
Me pregunto una cosa, si tanto les molesta a los organizadores otogarle unos minutos a los ganadores, tanto del Taki Mosoj como a la Telesita, para qué organizan estos certámenes. Se supone que es para brindarles un espacio a los nuevos valores del canto, música y danza. Qué entusiamo pueden tener los chicos de inscribirse nuevamente si van a andar aguantando la mala voluntad de todo el mundo cuando quieren actuar en el escenario mayor, derecho que se ganan tras haber sido triufadores en las instancias previas al inicio del festival.
Eso sí, me enteré que hay un proyecto para ampliar la convocatoria del Taki Mosoj y la Salamanca a todo el país, por lo tanto el jurado debería viajar a distintos puntos para conocer a los candidatos. Desde ya les digo, para que vengan chicos de afuera y los ignoren como pasó ahora es preferible que sigan aquí en el teatrito municipal con los changos que año a año sueñan con actuar en  el festival, auque sea aguantando la mala voluntad.
OLVIDO. Les quería pedir disculpas a los que concurrieron anoche al festival ya que me había olvidado de pedirles que traigan “cuetes” ya que el domingo había decaído el número de bombas y fuegos artificiales para vivar a los artistas. Lo que pasa, es que los changos encargados de esta actividad se entusiasman en las primeras veladas y se olvidan que hay que hacer durar las bombas hasta el final.
Y anoche… con lo lindo que estaba para tirar “cuetes” a la hora de Suárez- Palomo y ni una mísera bombita hicieron estallar.
Eso sí, no faltó el desubicado que opinó: “Claro, hoy nadie lo invitó a cantar al intendente por eso no tiran bombas”, como si los changos fueron chupamedias. Por eso digo: odio a la gente criticona.
RING. Los changos de La Banda Diario me ganaron de manoy publicaron la pelea campal de los remiseros afuera del club Sarmiento. Habían sido bravos cuando se enojan.
Yo jamás voy a justificar un acto de violencia, pero después de conversar con un remisero de aquí entendí muchas cosas. Primero están cansados de tener que sacar los carteles para poder cruzar el río y dejar a sus pasajeros en Santiago ya que la Dirección de Tránsito de la Capital los multa por sólo respirar; mientras tanto los móviles capitalinos entran y salen de La Banda como panchos por su casa y nadie les dice ni hace nada.
“Vamos a defender cómo sea nuestra fuente de trabajo, aunque salgamos en los diarios”, me dijo el chango, y si no les queda otra…
LLUVIA. Finalmente le ganamos al mal tiempo y una vez más La Salamanca no debió suspenderse por las lluvias. Anoche era gracioso lo que ocurría.  En un instante veías a la gente disfrutando del espectáculo cómoda en sus reposeras y pasaban unos minutos y los descubrías con caperas de lluvias, paraguas, carpitas diseñadas en el momento para evitar mojarse con la llovizna,pero eso sí nadie hacía amague para irse.
Y bueno, a La Salamanca se la disfruta una vez por año, que nos hacen unas gotitas de agua.
ÉXITO. Me saco el sombrero para hablar del éxito de La Salamaca. Mamita… que calidad de artistas, que convocatoria, un festival lleno de brillo y entusiasmo gracias al público. Con cositas para mejorar, por supuesto y con otras tantas para imitar en los años venideros. La verdad que orgullo para La Banda, y no lo digo de “olfa” del intendente, para eso están los que lo rodean todos los días del año. He dicho.
Le mando un saludo muy especial a  Liliana Bobba que con pancita y todo laburó muchísimo en La Salamanca. Bueno  salamanqueros, si me pierdo por unos días es que estoy tratando de recuperarme después de tantos días de desvelo. Nos vemos en la próxima edición del festival si el Supay nos vuelve a convocar. A dormir entonces. OTI.

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo