jueves, 10 de marzo de 2011

EL CARNAVAL DE LAS FAMILIAS DEL CLUB VILLA JUANA

Hasta hoy están en la memoria los recordados bailes de carnaval del club Villa Juana. Los vecinos del barrio le dieron un marco especial a esta celebración pagana, dándole el brillo con su presencia, sacando desde adentro esa sana locura de jugar al carnaval y divertirse cada noche en el baile.
Rendirle veneración al Dios Momo (pertenece a la mitología griega y personifica la burla, el sentido del humor, la alegría, simboliza la locura y se le rinde culto en los festejos del carnaval) y encender la chispa en las noches carnestolendas fue el festejo tradicional del carnaval en los bailes del Club Villa Juana.
Esta institución deportiva, cultural y tradicional de La Banda, le dio el nombre al populoso barrio, hoy distinguido como uno de los complejos habitacionales con muchos años en la ciudad. El club tiene fecha de fundación 11/09/1949, pero un poco antes los pocos vecinos por aquellos años, comenzaron a perseguir una idea, la de crear un espacio a donde los niños puedan disfrutar de los distintos juegos y los mayores darse la oportunidad de juntarse y compartir.
Ni el paso del tiempo hace olvidar a aquellos vecinos los famosos bailes de carnaval, los primeros con un enlonado de arpillera rodeando el terreno del club hasta levantarse la tapia perimetral donde hoy se encuentra esta tradicional institución bandeña.
En la década del sesenta y la primera mitad de los años setenta el reinado del Dios Momo le dio el éxito al carnaval de las familias del club Villa Juana.
La orquesta de Lulo Gorostiza, Arnaldo Rodriguez y su orquesta, Robertinho y su bandita con la voz de “Henri Simon” y en los años setenta, Castrito y su Barra Tanguera con las voces de Luis Penida y El Pibe Romero, El Grupo Octubre con la voz de Alberto Urbani, Los Demonios con las voces de Rudy Quiroga y Johnny Delara, el Grupo Tempestad de los hermanos Molezon y tantos otros grupos musicales le dieron diversión al carnaval.
El sonido grabado fue responsabilidad de los hermanos Flint, Sandez-Lugones en los primeros años y la organización publicitaria Lucas en los últimos.  La locución y animación a cargo de algunos integrantes de la comisión directiva del club y también de los señores  Rene Belizan y Marcos Acuña.
En la cantina del club se vendían cerveza, vino 3/4, gaseosas y siempre se armaba un quiosco a donde se expendían los artículos de cotillón para jugar al carnaval.
Las bombitas eran las protagonistas principales. Su llenado se comenzaba en las primeras horas de la tarde. Los organizadores ocupaban tachos de cincuenta litros  y allí iban colocándolas. En los primeros años cuando no pasaba el “agua corriente” había que llenar las bombitas con pomos, el trabajo era arduo.
En  bolsitas de papel de color marrón se llenaban con talco y se colocaban en cajas, también se compraban bolsas con papel picado y muchos cajones de soda.
Por aquellos años los sifones de soda eran de vidrio, se debía tener mucho cuidado a la hora de jugar, siendo esta junto con el talco y las bombitas los artículos que mas salida tenían.
Para despedir el carnaval siempre era tradicional el los bailes quemar un muñeco confeccionado con trapos viejos. Los bailes del Club Villa Juana no eran la excepción.
Se armaba un armazón de alambre. Se lo vestía con ropas viejas que eran rellenadas con estopa o aserrín y principalmente con cohetes y bombas de estruendo.
Este muñeco simbolizaba el Dios Momo, lo ubicaban la última noche en el centro de la pista de baile.
Cuando el baile terminaba, finalizando el carnaval, lo rociaban con kerosene y le prendían fuego, era el final del reinado del Dios de la locura y la alegría.
Los cohetes y las bombas le daban un marco especial,  muchos se emocionaban cuando esto pasaba.
Como en muchas instituciones de La Banda, los bailes de carnaval ya no se realizan en el Club Villa Juana. Hoy los jóvenes del barrio buscan otros lugares donde divertirse para carnaval. Muchos ni siquiera conocen el club, su historia, menos el trabajo, el esfuerzo y la dedicación de tantos hombres y mujeres por mantener viva la pasión por esta institución barrial.
Pero el Club Villa Juana sigue allí, en el corazón del barrio,  alimentándose del recuerdo de los viejos vecinos que nunca olvidan aquellas épocas y menos esos carnavales familiares que les dieron alegría y felicidad.

                       “Y aquellas serenatas allá por Villa Juana
                         Que nunca terminaban antes de aclarar…”
                                                             Pablo R. Trullenque

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo