martes, 26 de abril de 2011

El suelo santiagueño dejó de ser una zona libre de picudo

En el marco de la III Jornada de Planificación Agropecuaria que se desarrolló en Quimilí, especialistas señalaron que la primera medida de prevención es no desmotar, bajo ninguna circunstancia, algodón proveniente del Chaco.

Especialistas disertaron sobre la situación de la plaga en la región algodonera Chaco-Santiago y alertaron que el suelo santiagueño dejó de ser una zona libre de picudo y hay que tomar nuevas medidas para combatirlo. La reunión se desarrolló en el salón de la Sociedad Rural de Quimilí en el marco de la III Jornada de Planificación Agropecuaria.

El encuentro estuvo organizado por el Ministerio de la Producción a través de la Agencia de Desarrollo Regional de Quimilí y en la oportunidad participaron el ministro de la Producción Luís Gelid, miembros del INTA, SENASA, UNSE, productores, entre otros.

Durante la disertación, los ingenieros Blanco y González alertaron que el suelo santiagueño dejó de ser una zona libre de picudo y que se deben tomar nuevas medidas para combatirlo.

Gustavo Blanco expresó: “Santiago aporta el 15% (120.000 has) de la producción algodonera del país, una cantidad más que importante y hay que estar atentos. No es sencillo combatir al picudo pero la primera medida es no desmotar, bajo ninguna circunstancia, algodón proveniente del Chaco”.

Otro de los temas analizados fue: “Conociendo al picudo- Manejo de lotes con picudo”, a cargo de los ingenieros Mario Mondino y Oscar Peterlin, quienes se encargaron de advertir a los productores que esta no es una plaga como a las que están acostumbrados. La catalogaron de “Evasiva y peligrosa” y no deja margen para el error.

“El picudo es difícil hasta para su predador ya que pasa más de la mitad de su vida protegido. Además tiene un ciclo de vida corto (20 días) y provoca un doble daño en la planta que ataca por alimentación y ovoposición lo que lo vuelve más que un simple dolor de cabeza. Tenemos las herramientas, si no nos dejamos estar, saldremos adelante”, señaló Mondino.

La última disertante fue la ingeniera Diana Piedra que habló sobre el mercado y comercialización del algodón.

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo