viernes, 11 de febrero de 2011

Con profunda emoción despedieron los restos de Jesús Chito Martínez

En la mañana de este viernes, los restos del Fotógrafo de La Banda fueron innumados en el cementerio de La Piedad. Jorge Emir Llugdar, uno de sus amigos lo recordó con profunda emoción.
Jorge Emir Llugdar, junto a Chito Martínez. La imagen fue tomada afuera del Concejo Deliberante de la ciudad. (Foto gentileza Jorge Emir Llugdar).

Vistiendo la camiseta de Racing y con la cámara entre sus manos, es la manera que los hijos de “Chito” Martínez decidieron despedir a este grande del periodismo bandeño.
En la mañana de este viernes, un importante número de personas (entre familiares y amigos) acompañaron a Jesús del Carmen Chito Martínez a su última morada.
Cabe indicar que a lo largo de la jornada del jueves y la madrugada de este viernes cientos de personas desfilaron por la sala velatoria, para saludar al “gran amigo”.
Incluso varios periodistas se acercaron para despedir a quien fuera, en muchos casos, su “gran maestro”, como le sabían decir.
 
El recuerdo de un amigo 
Jorge Emir Llugdar, es un conocido fotógrafo de La Banda y a la vez amigo de Chito Martínez. En diálogo con La Banda Diario recordó sus vivencias con el gran retratista bandeño.
“Lo conocí en 1980, en ese momento yo daba mis primeros pasos en la fotografía y a partir de ese momento entablamos una buena amistad”, recordó Llugdar.
Más adelante señaló, “durante muchos años fuimos compañeros de trabajo, ya que él se desempeñó en prensa de la Municipalidad durante el gobierno del doctor José Claudio Olivera; después dejó de trabajar y se dedicó de lleno a su profesión de fotógrafo”.
Llugdar destacó, “Chito tenía mucha imaginación para componer una fotografía; era algo que lo distinguía por sobre el resto de los colegas. Era muy bueno; él me enseñó todos los secretos de la fotografías”.
Finalmente rememoró, “nosotros hemos compartido muchas charlas. El tema recurrente, obviamente, era el tema de fotografías. Incluso muchas veces competíamos para ver quien tenía fotos de determinados personajes, personalidades o determinados lugares. Sin lugar a dudas que se fue un excelente profesional y uno de los grandes personajes de La Banda”.

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo