jueves, 10 de febrero de 2011

“Su vida era el periodismo, era el click de su cámara”

Recordando a don “Chito” Martínez.
"Chito"Martíoez junto a Nora Paiola en oportunidad en que fue distinguido por el Concejo Deliberante. (Foto archivo La Banda Diario).

Los que tuvimos la oportunidad de trabajar con “Chito” Martínez descubrimos que para ser periodista hay que tener una verdadera vocación, estar atentos siempre, no vivir esclavos al reloj y sobre todo caminar cada calle de la ciudad, porque seguro que allí encuentras la noticia.
Este hombre cómplice, compañero, criticón y cascarrabias tenía siempre las respuestas que uno necesitaba y ese don lo había obtenido con su experiencia, sabía exactamente lo que el ciudadano quería leer, por eso se enojaba cuando los de arriba buscaban imponer los titulares según las conveniencias.
Junto a él aprendí a amar La Banda. Yo soy nacida en esta tierra (a diferencia de “Don Chito” como sabía llamarlo)  pero no conocía mucho. Con él aprendí a caminar y descubrir las noticias, solíamos recorrer el mercado y no hacía falta que preguntemos nada porque la gente se acercaba y nos contaba lo que le acontecía.
Por supuesto, no me buscaba a mí sino a “Chito”. “Nos estamos inundando gracias a un caño roto en el mercado”; “Los colectivos son un desastre, no cumplen con los horarios”; “Que podemos hacer Chito por mi barrio no pasa nunca el recolector de basura”; “Están haciendo desquicios en el club, llegate Chito te vamos a contar que pasa”, así iban surgiendo los temas y yo tomaba nota.
La diferencia generacional muchas veces hacía que miráramos las cosas de diferente manera y él tenía la “mala costumbre” de jamás dar brazo a torcer y allí surgían las discusiones, nos jurábamos no volver a vernos y al día siguiente volvíamos a trabajar juntos.
Sus 66 años, la soledad, su frágil estado de salud, hicieron que dejará de correr detrás de las noticias y eso lo sumió en una profunda tristeza que jamás pudo superar. Los días se hicieron más largos, sus pasos más lentos y esa sonrisa pícara volvía a brillar únicamente cuando veía a sus nietos.
Su vida era el periodismo, era el click de su cçamara, las páginas del diario y sin esos elementos nada tenía sentido.
Se fue el cascarrabias, ese compañero de trabajo y amigo, ese maestro y padre, el que me retaba y criticaba, el que quedaba en silencio cuando las cosas salían bien y con un simple movimiento de cabeza aprobaba mi trabajo y aún así me  exigía más.
Simplemente me queda decir gracias… lo voy a extrañar, La Banda lo va a extrañar, sus amigos en el bar de Camilo; los niños en la Calesita esperando que los ilumine con el flash de su cámara. Hasta siempre mi querido “Don Chito”.
Mariela

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo