Recordando a don “Chito” Martínez.

"Chito"Martíoez junto a Nora Paiola en oportunidad en que fue distinguido por el Concejo Deliberante. (Foto archivo La Banda Diario).
Los que tuvimos la oportunidad de trabajar con “Chito” Martínez descubrimos que para ser periodista hay que tener una verdadera vocación, estar atentos siempre, no vivir esclavos al reloj y sobre todo caminar cada calle de la ciudad, porque seguro que allí encuentras la noticia.
Este hombre cómplice, compañero, criticón y cascarrabias tenía siempre las respuestas que uno necesitaba y ese don lo había obtenido con su experiencia, sabía exactamente lo que el ciudadano quería leer, por eso se enojaba cuando los de arriba buscaban imponer los titulares según las conveniencias.
Junto a él aprendí a amar La Banda. Yo soy nacida en esta tierra (a diferencia de “Don Chito” como sabía llamarlo) pero no conocía mucho. Con él aprendí a caminar y descubrir las noticias, solíamos recorrer el mercado y no hacía falta que preguntemos nada porque la gente se acercaba y nos contaba lo que le acontecía.
Por supuesto, no me buscaba a mí sino a “Chito”. “Nos estamos inundando gracias a un caño roto en el mercado”; “Los colectivos son un desastre, no cumplen con los horarios”; “Que podemos hacer Chito por mi barrio no pasa nunca el recolector de basura”; “Están haciendo desquicios en el club, llegate Chito te vamos a contar que pasa”, así iban surgiendo los temas y yo tomaba nota.
La diferencia generacional muchas veces hacía que miráramos las cosas de diferente manera y él tenía la “mala costumbre” de jamás dar brazo a torcer y allí surgían las discusiones, nos jurábamos no volver a vernos y al día siguiente volvíamos a trabajar juntos.
Sus 66 años, la soledad, su frágil estado de salud, hicieron que dejará de correr detrás de las noticias y eso lo sumió en una profunda tristeza que jamás pudo superar. Los días se hicieron más largos, sus pasos más lentos y esa sonrisa pícara volvía a brillar únicamente cuando veía a sus nietos.
Su vida era el periodismo, era el click de su cçamara, las páginas del diario y sin esos elementos nada tenía sentido.
Se fue el cascarrabias, ese compañero de trabajo y amigo, ese maestro y padre, el que me retaba y criticaba, el que quedaba en silencio cuando las cosas salían bien y con un simple movimiento de cabeza aprobaba mi trabajo y aún así me exigía más.
Simplemente me queda decir gracias… lo voy a extrañar, La Banda lo va a extrañar, sus amigos en el bar de Camilo; los niños en la Calesita esperando que los ilumine con el flash de su cámara. Hasta siempre mi querido “Don Chito”.
Mariela
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