domingo, 6 de febrero de 2011

Distinguido artesano expone en la carpa montada en el Festival de La Salamanca

Se trata de Juan Alfredo Ortega, oriundo de la provincia de Salta, cuyo trabajo fue reconocido por la Unesco.
Desde el pasado jueves la carpa de los artesanos que se montó en el club Sarmiento, con motivo de la realización del Festival Nacional de La Salamanca, cuenta con la exposición de un reconocido artesano salteño, quien fue distinguido por la Unesco.
Se trata del artesano salteño Juan Alfredo Ortega, cuyo trabajo de excelencia mereció –hace tres años- el reconocimiento de la Unesco.
“Dentro de la trayectoria de los artesanos esta distinción es una de las máximas aspiraciones”, explicó Ortega.
Seguidamente puntualizó, “este reconocimiento trae aparejado la posibilidad de entrar en un circuito selecto y participar en ferias internacionales como por ejemplo la de La Habana (Cuba) que tiene como 300 años”.
Consultado sobre cómo se produce su arribo a la ciudad señaló, “yo tengo una hermana en Santiago; y en más de una oportunidad me preguntó por qué no venía. Bueno, ahora se dio la oportunidad y estoy haciendo una exposición en este hermoso festival”.
Cabe indicar que en la carpa de los artesanos Ortega colocó un stand con sus más diversos trabajos realizados en plata.
“Hace 20 años que realizo este trabajo y recorro distintos festivales haciendo conocer la artesanía salteña”, añadió.
Pero además, colabora con las distintas iglesias de su provincia de manera desinteresada.
“Junto a mi esposa hemos realizado diversas restauraciones en cinco iglesias; hemos restaurados imágenes como por ejemplo de Santa Rita. Claro está que este trabajo no lo cobramos porque consideramos que es un patrimonio cultural. Hay que destacar que muchas veces los materiales (oro y plata) son conseguidos por la misma comunidad, quienes de a poco van juntando y luego hacemos el trabajo”, precisó Ortega.
Finalmente comentó que desde hace un tiempo está trabajando con la Secretaría de Cultura de la Nación y el Fondo Nacional de las Artes, efectuando cursos de capacitación destinados a los jóvenes, “con el objetivo de que las personas puedan tener una salida laboral; pero también para que el trabajo de artesano perdure en el tiempo y no se pierda”.

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Ser bandeño

Ser bandeño, no es simplemente haber nacido en La Banda, es sentirse parte de ella, es reconocer su perfume, sus colores, su melodía, es extrañarla si se está lejos, es emocionarse al escuchar el tradicional vals interpretado por uno de sus hijos, el inolvidable Carlos Carabajal.

Ser bandeño es reconocer que se forma parte de una historia en torno a las vía férreas, habiendo caminado por el andén o visto pasar el tren desde el alto nivel, es recordar aquellas despedidas o bienvenidas en la estación, es entristecerse cuando se supo que el silbido de la locomotora dejaría de sonar o sentir el galope del corazón cuando vio que la máquina regresaba.

El bandeño, forma parte de una provincia llamada Santiago del Estero, pero aclara que es de La Banda y sería la persona más feliz si por algún decreto la ciudad fuera declarada “República” aunque fuera por una única vez.

Ser bandeño es llevar en el corazón los colores de Sarmiento, Central Argentino, Agua y Energía, Villa Unión o Banfield. Es enarbolar las banderas de Olímpico y de Tiro o sentirse parte de cada una de las instituciones que conforman esta ciudad.

Un bandeño es aquel que disfruta de las siestas al lado del balneario, de las zambas y chacareras en Los Lagos con la familia Carabajal, el que goza sus vacaciones noche a noche en La Salamanca, el que celebra la fiesta de su ciudad como si fuera propia.

Ser bandeño es tener respeto por aquellos que hicieron la historia y la cultura, es recordar a Domingo Bravo, Dino Taralli, Adela Llugdar, Blanca Irurzum, Nelly Orieta, Apalo Villalba, Martín Rodríguez, Pablo Raúl Trullenque, Cristóforo Juárez y tantos otros que dejaron un lazo que lo une a lo autóctono y a su sentir.

Ser bandeño no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esa tierra prometida que está de Santiago hacia el este cruzando el río Dulce, es defenderla, amarla y elegirla como el lugar en el mundo para vivir y morir.


Autor: Mariela Lizondo